Cuando Sharon Tate fue asesinada junto a otras cuatro personas en su chalet de Cielo Drive en Los Ángeles, Roman Polanski se encontraba en Londres. La terrorífica muerte de la actriz y su entonces mujer llegó a obsesionar al cineasta, hasta el punto de analizar con lupa todas las posibles hipótesis que podrían dar con el asesino de su amada.
Ese día, Tate, que en ese momento estaba embarazada, había quedado para cenar con su exnovio Steve McQueen, que acabó cancelando el compromiso porque prefirió pasar la noche con una de sus amantes. Fue entonces cuando la actriz organizó una cena en El Coyote de Beverly Hills con tres amigos: el íntimo de Polanski, Voytek Frykowski; el peluquero Jay Sebring, toda una celebridad que había inspirado la película Shampoo, y su pareja Abigail Folger.
Tras una velada relativamente tranquila, volvieron a las 10 de la noche al Cielo Drive. A unos 30 kilómetros, la Familia Manson planeaba una de sus orgías de terror. Habían inventando un juego, el Creepy-Crawl (rastreo espeluznante), que consistía en elegir una casa al azar, allanarla mientras sus ocupantes dormían y luego matarlos. Y claro, pese a ser su casa, los de Hollywood estaban en el sitio inadecuado en el momento inadecuado. Poco después de las diez, Mansón señaló a sus cuatro acólitos la mansión y dijo “Helter Skelter está aquí”, en alusión al título de una canción del White Album de los Beatles.
Ellos eran Tex Watson, Patricia Krenwinkel, Susan Atkins y Linda Kasabian. Todos ellos acababan de entrar en la veintena, o estaban a punto, pero no tenían un ápice de inocencia en su sangre. Eso sí, antes de llevar a cabo su plan, vieron como un coche se acercaba, un Rambler de 1965, un modelo incongruente si se comparaba con los Porsches y Ferraris que abundaban en el barrio. Ante el temor de que les hubieran descubierto, le pidieron que se detuviera. En su interior estaba Steven Parent, un chaval de 18 años que no tenía ninguna relación con los Polanski. Watson lo detuvo, metió la mano por la ventanilla, le rajó el brazo izquierdo y le disparó cuatro veces. Murió en el acto.
Bruce Lee no recibió bien la noticia al día siguiente. El maestro de artes marciales había sido invitado también a esa cena de amigos, pero a última hora no pudo ir. Lee era un gran amigo de la familia. Mantenía una buena relación con Polanski y su mujer, a la que empezó a dar clases de defensa personal para que pudiera lucir los complejos movimientos en la película La mansión de los siete placeres. Más tarde, también empezó a dar clases a Polanski, quien empezó a sospechar de que Lee fuera el responsable de la masacre que había ocurrido en su chalet. Y no precisamente por escaquearse a última hora de la cena.
Comentarios