Se emociona Sergio Alonso. Desde los cuatro años iba de la mano con su papá Hipólito al Mercado del Norte. Son las manos que ahora volvieron a amasar, a atender, a saludar, a sacar del horno, a freír, y a abrir las puertas de par en par de Yeyo, su local, y Polo, el de su hermano, en el nuevo local de 24 de Septiembre al 600, donde las pizzas y las empanadas, manjares de la tradición tucumana, ahora conviven con menúes y una renovada oferta para la clientela de siempre y para los que entran por primera vez y no se van hasta pasada la medianoche: “Sí, es una gran emoción, volvimos”.
Hijo de Polo, ayudante de su padre desde que acomodaba latas y atendía una rotisería antes de convertirse en una de las pizzas más ricas de Tucumán, Sergio jura: “Somos dos locales dentro de uno. Inauguramos después de muchísimos problemas que hemos tenido. Ha sido un costo altísimo: sufrimos clausuras por ignorancia, permisos para refacción, hemos estado cinco meses pagando alquileres sin trabajar, pero al fin el sábado abrimos”.
El recuerdo al Mercado del Norte vive en una gigantografía con las fotos históricas del templo que albergó a generaciones de tucumanos y tucumanas entre sus puestos: “Cada vez que paso por el Mercado me agarra una angustia terrible: recuerdo cuando a las 8 de la mañana empezabas a vender y no se paraba nunca la venta. No era como ahora que había supermercados o grandes cadenas. A veces te dan ganas de llorar, lo sueño, tengo que pasar sí o sí a veces por la manzana, pero la verdad es que nosotros ya sabíamos que a fin de año el Mercado iba a ser remodelado”.
“Más allá de eso, no hay que negar la realidad: el Mercado necesitaba una reforma, pero no se iba a caer. La verdad está a la luz: el Mercado sigue paradito ahí. Pero te vuelvo a repetir: hacía falta un buen arreglo. De la noche a la mañana nos quedamos sin trabajo, pero a diferencia de otros colegas no queríamos perder el tiempo en delivery hasta abrir nuevamente las puertas de un nuevo local y acá está: con las mismas recetas, el mismo sabor, nuevas opciones, el sabor de Yeyo y Polo pero en una versión renovada”.
Un lagrimón se tiene que haber escapado en las familias que conforman Yeyo y Polo una vez que se encendieron las luces, se prendieron los hornos y empezaron a llegar los clientes de toda la vida y los nuevos, los que salen, por ejemplo del cine Atlas después de una función y adónde más que a Yeyo y a Polo para unas porciones de pizza recién sacadas del horno.
“Nosotros nos sentíamos muy apoyados por nuestros clientes: teníamos muchísimos mensajes: cuándo íbamos a inaugurar, cuándo íbamos a volver. Sabíamos que la gente nos iba a responder. Ha sido una gran alegría verlos llegar: gente de todos los días, y toda la gente que se sumó. Aunque parezca increíble, la temática ha cambiado muchísimo, pero las formas siguen siendo las mismas: en los dos locales trabajamos con los empleados del Mercado”.
¿Cómo hizo la familia para reinventarse tras el cierre del Mercado y en pandemia? “La verdad es que en muchos momentos he pensado hasta cambiar de rubro. Nos habíamos cansado de buscar locales y no encontrábamos hasta que apareció este donde inauguramos. Desde el sábado todo es trabajo: la gente nos está llevando con los horarios. Por ejemplo, estuvimos hasta las 12.30 de la noche esta semana. Y al mediodía, no nos están dejando volver a la casa como antes y hay gente hasta las tres de la tarde“.
“Ahora que vuelve supuestamente el horario cortado, veremos cómo sigue todo. Estamos contentos: en muchísimas mejores condiciones y con la misma tradición de siempre, volvimos. Y de alguna manera es una continuidad del legado de mi padre: yo tengo 62 años y uno siempre piensa en los que vienen detrás. Como quien dice: un día cuelgo los botines, miro el partido desde afuera, y sé que seguirá la tradición familiar para todos los tucumanos”.
Fuente: El Tucumano
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